A diferencia de lo que ocurrió en los Alpes, la exploración y conquista de las montañas pirenaicas comenzó sin tener claro cuál era la montaña más alta de los Pirineos. A finales del S.XVIII, se pensó que esa montaña podía ser Monte Perdido. Por ello, todos los esfuerzos de aquellos años se centraron en encontrar una ruta de ascenso. Como la exploración pirenaica se hacia desde una perspectiva francesa, no es de extrañar que los primeros tanteos de su ascensión se hicieran desde su vertiente norte. Así, el 11 de agosto de 1797, una expedición de 14 personas, liderada por Louis Ramond de Carbonniéres, subió por el Valle de Estaubé a la Brecha de Tucarroya para encontrar la ruta de ascenso que les llevase hasta su cima. Tal vez fuera en ese momento, la primera vez que un ser humana contemplaba con ojos de alpinista el que era el espectáculo más bello e impresionante de los Pirineos: la Cara Norte de Monte Perdido. Con tres pisos o escalones y una superficie estimada de 239 ha, el glaciar de Monte Perdido se precipitaba hacia el Balcón de Pineta a través de dos inmensas cascadas de seracs. Ante este espectáculo de grietas y de seracs y las limitaciones técnicas del momento, Louis Ramond de Carbonniéres tuvo que buscar otra ruta de ascenso por la vertiente de Pineta ya que estábamos en una fase de la exploración pirenaica en la que se buscaban las rutas más fáciles para llegar a la cumbre. Finalmente, la ansiada cumbre fue alcazanda en 1802 por la vertiente S.E.
La cara norte de Monte Perdido en 1895, con un aspecto muy similar a como la encontró por primera vez Louis Ramond de Carbonniéres en 1797.
Tuvieron que pasar 91 años para que un ser humano se atreviese a buscar una ruta por la superficie fragmentada del glaciar. En estos momentos, la denominada como Pequeña Edad de Hielo, una fase de recudrecimiento climático en Europa que duró aproximadamente desde el S.XV hasta finales del S.XIX, estaba dando sus ultimos coletazos y el glaciar de la Cara Norte de Monte Perdido estaba en su máximo explendor. De esta manera, en 1888, Celestin Passet, R. de Monts y François Bernat Salles, ascendieron por primera vez a Monte Perdido por su cara norte, inaugurando el que a partir de entonces será uno de los itinerarios más alpinos de los Pirineos. Con unos medios muy limitados, botas claveteadas, bastones y hachas en vez de crampones y piolets, y con unos atuendos más propios de "misa de domingo", estos tres hombres consiguieron sortear las grietas del glaciar y ascender por el caos de bloques de hielo de las dos barreras de seracs.
Los tres vencedores de la Cara Norte de Monte Perdido:
Celestin Passet
Las siguientes generaciones de pirineistas continuaron escalando la Norte de Monte Perdido. Pero a la vez que mejoraban las técnicas y los materiales empleados, la fisionomía de la montaña iba cambiando. La Pequeña Edad de Hielo se acaba a finales del S.XIX, comenzando un periodo calentamiento climático basado en un aumento de las temperaturas y una disminución de las precipitaciones. Las masas de hielo glaciares de los Pirineos son muy sénsibles a estos cambios y comienzan a experimentar una fase progresiva de regresión que dura hasta nuestros días. De esta manera, el glaciar de la Cara Norte de Monte Perdido pierde durante los 50 primeros años del S.XX el piso inferior del glaciar a la vez que la conexión del serac que comunicaba el glaciar superior con el intermedio. Y en los siguientes 50 años, la masa glaciar y el espesor del hielo de los dos pisos restantes, disminuye progresivamente. De esta manera, de las 239 ha de hielo que había a comienzos del S.XX, se ha pasado a las 43 ha actuales.
Glaciar de Monte Perdido hacia 1970 (comparar con la 1ª foto). Ha desaparecido el piso inferior pero aún son muy potentes los dos seracs y los dos pisos supervivientes del glaciar.
Glaciar de Monte Perdido (año 2007) desde la cima del Robiñera, ya muy mermado y con una masa de hielo en claro retroceso.
El cambio climático ha provocado cambios muy marcados en las condiciones de ascenso de la Cara Norte de Monte Perdido. Lejos han quedado los años de estas primeras ascensiones en los que se escalaban las vías en pleno verano. En la actualidad, ya es dificil incluso encontrarlas en condiciones en pleno invierno. Además, el retroceso progresivo del glaciar, ha modificado la ruta original empleada por Celestin Passet y sus compañeros para escalar la cara norte. Si a finales del S.XIX se escalaba directamente por los bloques del serac que comunicaban el glaciar inferior con el intermedio, en la actualidad la desaparición del glaciar inferior y la merma de la primera cascada de seracs, obliga a subir por un corredor que se desarrolla a la izquierda de la norte del Perdido.
Acceso al glaciar de Monte Perdido por el primer corredor (mayo 2005).
Grietas muy mermadas de la primera cascada de seracs (mayo 2005).
Hasta mediados del S.XX, las grietas del glaciar debían ser un obstáculo complicado de superar. En la actualidad, tan sólo la rimaya del piso inferior puede provocar algún problema, pero en general se avanza por el glaciar desencordado ya que las grietas son cada vez más pequeñas lo que evidencia que el glaciar se está volviendo cada vez más estático.
Cascada de seracs muy reducida del piso superior del glaciar, desde la Espalda de Esparrets (julio de 2007).
Sin muchas dificultades se puede alcanzar el glaciar superior para salir al hombro cimero a través de una pequeña goulotte de condiciones muy variables según el año y la temporada en la que subamos.
Fuerte pendiente en las rampas de acceso a la goulotte de salida (mayo de 2005).
Por ello, cuando en la actualidad salimos emocionados a la cumbre de Monte Perdido tras escalar la cara norte, tenemos que tener claro que estamos realizando una escalada muy diferente a la que realizaban nuestros antepasados 100 años antes. Nosotros vamos forrados de goretex con piolets técnicos, tornillos de hiello y crampones de 12 puntas, a la vez que escalamos un glaciar muy mermado con bastantes menos dificultades de las que había en el pasado. Tenemos que agradecer a estas figuras el habernos legado estos itinerarios, ellos son los verdaderos protagonistas en nuestras ascensiones.
Los tiempos pasan para los hombres, pero también para las montañas.
P.D: Las fotos antiguas han sido sacadas de la página web: "les grandes figures du pyréneisme".