martes, 20 de mayo de 2014

CUEVA DE LA LEZE.

UN BARRANCO CON TECHO.

Marta dándose una buena ducha en una de las cascadas de la Leze.


La Leze. Cuánto habíamos oido hablar de este sitio y cuántas ganas teníamos de venir a conocerlo. Un barranco-cueva o una cueva-barranco, según cuál sea nuestro punto de vista.
En la mayoria de las cuevas activas, es fácil encontrar ríos subterráneos por cuyo cauce discurre el agua filtrada hacia el interior por las zonas de absorción del sistema (lapiaces, simas, dolinas....etc). Lo que ya no es tan normal es encontrar cauces de ríos en el exterior cuya agua se filtra en un tramo de su recorrido por una cueva dando lugar a un cañón subterráneo. Esto es lo que ocurre aquí con el río Artzanegui, que cuando se se encuentra de frente con la Sierra de Altzania (espero haber escrito bien estos nombres, que soy del Valle del Ebro y no controlo estas lenguas del norte), atraviesa de sur a norte la barrera rocosa de esta sierra a través de la Cueva de la Leze, excavando en el interior de la tierra un atractivo cañón subterráneo de unos 700 metros de longitud.


La enorme boca inferior de salida de la Leze vista desde la carretera.


El caso es que el sábado pasado Marta y yo conducíamos hacia la población de Egino (Álava), en el límite del País Vasco y Navarra con la intención de descender la Leze y aprovechar los caudales de primavera. En la expedición a las tierras del norte, reclutamos también a David, que no se quería perder esta actividad bajo ningún concepto.
El viaje se nos pasa volando y dejamos el coche en el aparcamiento de la Leze, un área recreativa con fuente, mesas, barbacoas y prados dónde pastan caballos y vacas que está justo en frente de la cueva. Un sitio idílico dónde estableceremos el campo base de este fin de semana.


Iniciamos la aproximación al medio día con el fin de entrar a la cueva a primeras horas de la tarde. Ahora alarga el día y nos podemos permitir este lujo. La primera parte de la aproximación es bastante empinada y consiste en subir por una senda muy bien marcada hasta la cresta de la montaña que hay encima de la boca de salida la Leze. Una vez en la cresta tendremos que descender al fondo del valle por una senda poco definida, más bien diría que inexistente, en medio de un precioso bosque de hayas. Este punto es algo perdedor y nos tuvo dando alguna vuelta, sabíamos que el sendero estaba poco definido en este punto pero al menos esperábamos encontrar algun mojón que nos marcase el inicio del descenso. A lo mejor ese mojón existía pero no fuímos capaces de verlo.


La aproximación pasa por un bonito hayedo.


El descenso por el hayedo es pronunciado y nos lleva hasta un afluente que nos conducirá directamente hasta la boca de la cueva. Este afluente nos puede servir como un buen indicador del caudal que nos encontremos en la travesía. Si lleva un hilo de agua, como era el sábado pasado, el caudal es el normal. Si por el contrario está seco, tendremos un caudal bajo y si lleva un palmo de agua o más, los caudales serán elevados.
De repente, en medio de la nada y de la frondosidad del bosque de hayas, aparecerá en frente de nosotros la vistosa boca superior de la Leze.

En medio del hayedo aparece ante nosotros la enorme boca superior de la Leze.


En este punto ya interceptaremos el cauce del río Artzanegui. Se oye el agua rugir con fuerza y el sitio tiene ambiente. Pero antes de entrar a la cueva tendremos que hacer un rapel de unos 23m que podremos escaquear por otras instalaciones alternativas a la derecha de esta instalación que nos permitirán agilizar maniobras sobretodo si coincidimos a la vez con otros grupos.



Rapel de entrada en el bosque. Como David no quiere salir en su blog, lo saco yo en el mío.


Tras realizar este rapel en medio del bosque llegaremos por fin a la inmensa boca superior de la Cueva de la Leze. El sitio dónde se ubica esta cueva es precioso.


Frente a la boca de entrada, qué sitio tan chulo.


Desde este punto progresaremos con el neopreno puesto. Un pasamanos nos dará acceso a la primera instalación y a partir de aquí comenzará el festival de agua, rápeles y toboganes.
Casi puedo decir lo que más me gustó de la travesía fue la entrada y la salida. El mayoria de las cuevas se pasa de la luz a la oscuridad absoluta en muy pocos metros y casi siempre concentrado a escasos metros de la entrada de la cavidad. En la Leze, las dimensiones tan grandes de sus bocas de entrada y salida hacen que el paso de la luz a la oscuridad y al contrario se haga de forma muy progresiva y que los juegos de luces y sombras en los que iremos a penumbra y a contraluz se prolongen durante unos cuantos metros en la entrada y salida de la cueva. Es muy guapo.

Pasamanos de acceso a la primera instalación, empieza la travesía subterránea.



Una vez dentro de la cueva, la oscuridad absoluta irá ganando poco a poco terreno a la luz y tendremos que progresar con las linternas frontales.


Caudal abundante durante todo el recorrido.



La travesía está salpicada de unos cuántos rápeles con sus respectivos pasamanos que encadenaremos de forma seguida. La equipación de la cueva es muy buena y está preparada para descenderla en doble con una cuerda de 30m, incluso con caudales altos ya que los pasamanos nos desplazan de los activos de las cascadas en los puntos más conflictivos.


Múltiples rapeles durante toda la travesía (foto cedida por David).



Pasamanos de acceso a las cabeceras de los rapeles.



La verdad es que ya nos gustaría encontrar en muchos de los barrancos que hacemos los rápeles y cascadas que encontraremos en esta cueva, alguno de ellos realmente estético.


Estudiando desde arriba el paso sifonante que hay debajo de este bloque. Al final se podía pasar sin problemas (foto cedida por David).


También queremos destacar la convivencia magnífica que tuvimos con el resto de grupos con los que coindimos en la travesía. La Leze es una cavidad muy solicitada que normalmente está plagada de gente en días festivos o fines de semana. Nosotros coincidimos en la entrada con otros 2 grupos de espeleo más, uno de la Rioja y otro del País Vasco. No hubo malos rollos ni nos hicimos la púa para ver quién ocupaba antes la primera instalación, ni nos achuchamos ni nos presionamos en el descenso. Es más, nos organizamos perfectamente por orden de llegada y la agilidad en las maniobras de las cuerdas de todos los que estábamos hizo que no hubiese esperas. Casi, casi, puedo decir que hicimos la travesía en total soledad. Así da gusto, esto en la Sierra de Guara es impensable en temporada alta en los barrancos más solicitados (Formiga, por poner un ejemplo).

Pasamos un buen rato posando y haciendo este reportaje fotográfico (foto cedida por David).


Casi sin darnos cuenta, llegamos a la boca de salida. Otra vez los contraluces tan chulos de los que he hablado antes.

Contraluces en la salida de la travesía (foto cedida por David).



Pero aún nos queda un trozo de barranco más, esta vez en el exterior, con un par de toboganes, una cascada que tendremos que rapelar, y un pequeño sifón que pondrá la guinda a la actividad.


El tramo del barranco que va por el exterior de la cueva.



El equipo al completo al final de la travesía (foto cedida por David).


Por fin hemos estado en la Leze, un barranco-cueva que no nos dejará indiferentes. Si tuviera que poner un "pero" diría que se hace corto, pero bueno, como se disfruta tanto, nos dejará un buen sabor de boca.


La enorme boca de salida de la Leza (foto cedida por David).


El resto de la tarde la pasamos descansando en el área recreativa de la Leze que al día siguiente, aprovechando el viaje, nos íbamos a desplazar a la Sierra de Urbasa para hacer otra actividad, pero eso os lo contaré otro día que por hoy ya vale.

1 comentario:

Eduardo Pardo dijo...

Ya vi el otro día en el blog de David está actividad, bien maja tanto la cueva como el hayedo que la rodea, saludos